lunes, 31 de marzo de 2014

1. La despedida, el proyecto


Siete de la mañana de un sábado de verano. Nos encontramos en Mataró, una ciudad costera cerca de Barcelona. Acabo de cargar mis cosas en el coche, todo lo que creo necesario para mi estancia en Suiza, o quizá para el resto de mi vida. Ser consciente del momento da vértigo. Volver antes de tiempo sería una derrota, hay que tirar pa alante. Mi madre mira cómo mi padre y yo jugamos al tetris colocando los bultos en Manolita, mi Renault Scenic que tantos viajes y alegrías me ha proporcionado, que hemos vivido juntos. Tiene los ojos llorosos, con el pañuelo en las manos. Se me encoje el corazón.

- Listo, bueno pues ya sabes, ¿eh? Cuidadito con la carretera y si las cosas no salen bien, te vuelves y aquí no ha pasado nada. 
- Que sí papá, lo tengo en cuenta, todo irá bien ya verás. Os llamaré cuando pare para comer.

Mi padre se despidió de mí con un beso, creo que era la primera vez que se despedía así de mí. Unos golpecitos en el hombro y me pasa con mi madre.

- Bueno hijo, cuídate mucho y acuérdate de llamar, no corras. 
-Que sí mamá, no te preocupes, no tengo prisa por llegar.

Listo el gps, listos Manolita y un servidor de ustedes. Esta aventura había empezado seis meses atrás. En realidad no era una aventura, era lo que debía hacer. Dieceseis años trabajando con mi padre mano a mano en la construcción. Me patee con él gran parte de la provincia de Barcelona, trabajando para el mejor postor, nunca parábamos demasiado tiempo en una empresa. Poner ladrillos de obra vista, azulejar, hacer tabiquerías de los pisos nunca fue mi sueño, pero era y es un oficio honrado, y hasta no hace mucho, bien remunerado.


A principios del 2008 todo empezó a cambiar, las obras que había en construcción meses atrás, se vaciaban de personal. La espantá, como le llamo yo, fue demencial. Era el primer impacto de la explosión de la burbuja inmobiliaria y nos impactó de lleno siendo los primeros en caer de toda la cadena de profesionales que nos seguían detrás, cayendo como un dominó sin fin.

Mi padre después de intentar colocarnos sin éxito en otro sitio, desistió y preparó los papeles para su prejubilación. Yo me encontré en paro por primera vez sin perspectivas de encontrar nada que mereciera la pena. La búsqueda y sus consiguientes decepciones eran como la gota malaya, apenas se notaban, pero iban minando tu moral.

 Trabajé en una empresa de manipulación, trabajos en cadena a través de una ett. Aquello era lo más parecido a un campo de concentración. Sólo aguantaban las chicas que más rápido pegaban pegatinas en los botes de champú y los chicos más burros que cargaban pesos sistemáticamente en palets, embalaban, controlaban que no se atascara en la máquina de precintaje...Aguanté tres meses. Las encargadas me querían pero me escapé a la minima oportunidad. Un trabajo para un mes en una empresa de moldes de silicona para el sector farmacéutico. Acabé trabajando un año entero. El jefe estudió bien mis intereses. Y en vez de hacerme fijo en plantilla como a otros compañeros que entraron por las mismas fechas, me dieron la papeleta. Intuyo que vio que no tenía un caracter de sumisión total, y que me iría a la que pudiera. Acertó de pleno, creo que fue el mejor favor que me pudo hacer.


Pasé unos meses en paro hasta que volví a encontrar otro trabajo en una empresa de componentes electrónicos. No necesité mucho tiempo para darme cuenta que como muchas otras empresas, irían a peor en cuestión de ventas. Eso se traduciría en despidos, eso se traduciría en que tenía los días contados. Fue el momento de pensar en la posibilidad de irme a trabajar fuera. Aquí empezó mi plan para buscar empleo, igual le puede servir a alguien. Tanto los pasos que tuve que hacer, como los rincones que conocí.





No hay comentarios:

Publicar un comentario